Como si fueran cromos o juguetes, el Zoo hizo sitio a su nueva “colección” de elefantes. Pero para acoger a Nova, Cynthia, Bogor y Valentino, tuvieron que deshacerse de otros. Nada es nuevo ni casual, así es como funcionan estos negocios.
Cuando el pequeño Buba, un elefante asiático, nació en 2013, toda la ciudad de Madrid se llenó de publicidad sobre su llegada. El Zoo se mostraba así al gran público como un lugar en el que celebrar la vida, y un recurso para preservar las especies en peligro de extinción. Cuando la madre de Buba, Sammy, murió unos meses más tarde por causas desconocidas, el público apenas recibió noticias, y desde luego ninguna explicación.

Tal y como era de esperar, Buba permaneció en Madrid sólo el tiempo necesario para obtener beneficio de la novedad que suponía su nacimiento. Tras un par de fiestas de cumpleaños, y con nuevos “bebés-atracción” en camino, estaba listo para ser trasladado a Selwo Aventura (Málaga), donde se prevé que en unos años se convierta en semental para la cría de nuevos elefantes cuya vida y libertad serán arrebatadas, manipuladas, compradas, vendidas e intercambiadas en este entramado de los negocios zoológicos.
Una de las instituciones a través de las cuales se mercantilizan la vida, la reproducción y la muerte de estos individuos es la EEP (European Endangered species Programme). Este proyecto consiste en un programa de instrucciones o directrices para que los zoológicos que quieren llevar a cabo programas de reproducción minimicen la endogamia. La EEP registra qué animal encerrado está lo suficientemente lejos de otro en la línea de parentesco como para que se puedan reproducir, y decide hasta qué punto un animal está lo suficientemente en peligro como para permitir la cría entre parientes. El resultado de todo esto es un constante movimiento e intercambio de individuos de unos zoológicos a otros a través de toda Europa. El Zoológico de Madrid participa en 60 de estos programas.
Para cada especie existe un responsable del registro genealógico internacional. Sin embargo, no existe una ley como tal que impida a los zoológicos reproducir a sus anchas, por lo que muchos realizan cruces aleatorios hasta el punto de crear subespecies (elefantes y grandes felinos son algunos de los más afectados por estas prácticas). Otros utilizan la excusa de evitar la endogamia para justificar el “sacrificio” de los individuos que les sobran, como sucedió en el caso de la jirafa Marius en el Zoo de Copenaghe. En ocasiones, tras fomentar la reproducción, los zoológicos se deshacen de las situaciones que no pueden gestionar asesinando a las crías y poniendo las más rocambolescas excusas, como en el ejemplo de un osezno (a quien llamaron “Cachorro 4”) eutanasiado en el zoológico de Berna porque su padre lo “rechazaba”. Todo esto, según ellos, es educativo para la infancia, ya que enseña la crueldad inherente a la naturaleza y el ciclo de la vida. Lo único que enseña en realidad es que sólo responden a sus propios intereses, y ven a los animales como objetos con los que jugar y comerciar. Según David Williams-Mitchell, portavoz de la EAZA, (Asociación Europea de Zoos y Acuarios) entre 3.000 y 5.000 animales son “sacrificados” cada año en zoológicos europeos para controlar sus poblaciones.
En el seno de estos organismos y acuerdos, el 22 de septiembre de 2015 Buba, junto con su “madre adoptiva” Jangoli, fue apartado de la cárcel que era el único lugar que conocía, introducido en un camión, y trasladado a una nueva prisión. Unos días más tarde, el 30 de septiembre, cuatro elefantas de Sumatra corrían una suerte parecida en el zoológico Tierpark de Berlín.
Cynthia y Nova, de 20 y 21 años respectivamente, están embarazadas de Valentino, de 11. Los tres, según fuentes del propio zoo de Berlín, nacieron en cautividad en Indonesia. El pequeño Bogor, de 3 años, es el primer hijo de Nova y Valentino. Su viaje en camión desde Alemania duró más de 40 horas, y atrás dejaron a otras doce elefantas (6 asiáticas y 6 africanas). En Madrid les esperaba un nuevo recinto construido al efecto, y probablemente los planes de sus futuras separaciones y traslados, para ellas y para los futuros hijos que les obligarán a tener mientras sea rentable, y también para los hijos de sus hijas. Durante los primeros días en los que el público podrá pagar para presenciar el espectáculo de la más que probable confusión y desolación de esta familia, el Zoo tiene previsto ofrecer a sus visitantes charlas, talleres y cuentacuentos sobre lo peligrosa que es la vida para los elefantes de Sumatra en la libertad, y lo mucho que se preocupan por conservarles y protegerles. Lo que no contarán es cuánto sufren los individuos de esa especie “conservados” en el encierro, cuánto padecen por el cautiverio, los traslados, las separaciones, la monotonía, las muertes prematuras de sus familiares, la risa constante de la mirada ignorante…
Los elefantes en Sumatra están en grave peligro de extinción. Los elefantes en Madrid están en prisión y son utilizados como objetos para el beneficio económico de otros. No se puede solucionar un problema creando otro. No se puede salvar a una especie esclavizando a sus individuos. Si dejáramos de sustentar y tolerar estas injustas actividades lucrativas y sus excusas conservacionistas, mucha más energía, tiempo e incluso maldito dinero podría destinarse a ayudarles de verdad.