En diciembre de 2013, una leona albina llamada Cleopatra dio a luz a cuatro cachorros fruto de su forzada unión con Samuel. Uno de ellos, seguramente, era Sumba. Sumba y sus hermanos, que rápidamente se convirtieron en estrellas para las visitantes del Zoo de Tbilisi (Capital de Georgia) , estaban condenados a vivir sin llegar a conocer nunca nada parecido a la libertad.
Pero un día, una tormenta abrió la puerta de su jaula y aprovecharon la oportunidad, igual que muchos otros animales. Las inundaciones de las últimas horas habían arrasado la ciudad y habían acabado con la vida de varias personas, humanas y no humanas. 60 perros callejeros yacían ahogados en un refugio cercano, mientras decenas de cazadores perseguían a los leones, tigres, osos, hienas, jaguares, caimanes y lobos fugados de su prisión, perdidos y seguramente asustados; pero al fin libres vagando por las calles de la ciudad.


Esta historia sucedió ayer. Está sucediendo ahora mismo. Animales que nunca debieron vivir en una prisión dentro de una ciudad, son perseguidos y asesinados en sus calles mientras se escriben estas líneas.
Entre todo el ruido mediático, entre toda la desesperanza por Sumba, por sus hermanos, por quienes no tuvieron nunca una oportunidad y aún así la aprovecharon… Entre todo eso, una frase de grandeza casi imperceptible en las noticias: “algunos peces y aves han escapado también”. Alguno, quizá, sí ha conquistado la libertad.