“Flotando en la alberca de las aguas sucias” en una depuradora. Así dicen que encontraron a Adán, tres días más tarde de que se fugara junto a Eva de su cárcel en el Zoo de Sa Coma.
Antes de aquél terrible lugar del cual decidieron y consiguieron escapar, ya habían conocido otras jaulas. Habían sido poseídos como objetos de colección en el zoo particular del empresario Hasso Schutzendorf, que además se había autoproclamado amo de dos tigres, dos leonas y un león, dos guepardos, dos avestruces, una mona y dromedarios. Tras la muerte de este tirano, sus herederos los “donaron”, como un trámite testamentario más, al Safari en el que sufrieron más de 10 años de privaciones y desesperación, como muestran las imágenes recopiladas por diferentes organizaciones animalistas mallorquinas:
Es probable que nunca sepamos cómo transcurrieron esas últimas horas de la vida de Adán, si realmente murió como dicen que lo hizo o fue asesinado también, si llegó a saber cuál había sido el destino de su compañera, si la lloró, si llegó a disfrutar de correr libre o sólo pudo sufrir el estrés de la persecución a la que fue sometido.
Lo que sí sabemos es que Adán y Eva rompieron juntos los barrotes que les habían impuesto de por vida, y así fue como murieron, como deberían haber vivido: fuera de su jaula.